27 de abril de 2007

Pablo (Parte I)

Pablo nació sin pedirle permiso a nadie. Podría decirse que se hizo a si mismo, si no fuese porque un segundo antes de que todo hubiese estado a punto de terminar, al lado de los cubos de basura se escucharon llantos y lamentos, y a una mujer pidiendo auxilio. Aquella mujer, envuelta en harapos significaba, sin que nadie lo supiera todavía, un milagro que hoy en día nadie quisiera para si mismo. Estaba temblando, temblaría solo con escuchar la palabra frío, y empapada en sangre. La placenta, aún unida al bajo vientre, estaba siendo saboreada por una familia de gatos negros y tristes, gatos solos y callejeros, como Pablo.

Casi sin querer, encontraron a Pablo fuera del bolsillo de un abrigo, y decidieron interrumpir el trabajo con fines benéficos. Montaron a la madre en la cabina cuando bien se merecía ir en la parte de atrás y el mas enclenque de todos ellos apretó el bebe contra su pecho hasta que pudo ver como sus mejillas perdían el tono púrpura y agarraban un intenso color rojizo, que ya nunca perderían. Cuando el camión hubo terminado esa parada tan poco habitual, y seguros de haber dejado la basura en la puerta, arrancó dejando a su paso un inconfundible olor a mierda.

- Señorita, ¡señorita!... Disculpe pero necesito su nombre para rellenar la ficha de admisión

La buena de la enfermera aún no había comprendido que aquella mujer nunca debería haber estado allí, pero claro el trabajo… es el trabajo. Volvió a dormirse.
La madre de Pablo despertó aturdida, envuelta en el esquijama azul que te dan en los hospitales y preguntándose como había llegado hasta allí. Un estado de abstinencia se empezaba a adueñar de su cuerpo segregando sudores fríos con los que recorrer el cuerpo delgado, casi escuálido de la madre de Pablo. Tenía la lengua seca y las manos acartonadas, le dolían todos los huesos y en su cabeza algún desalmado llevaba horas aporreando cacerolas.
Los labios, morados y carnosos, intentaban moverse y así pronunciar alguna palabra, pero no respondían. Sentía como finos cables transparentes brotaban de sus manos también transparentes y se perdían bajo las sábanas, donde no había nada más; pues no sentía nada debajo del pubis. Un intenso dolor presionaba su vejiga y después… nada. La madre de Pablo creyó haberse quedado paralítica, pero no todos tienen la misma suerte. Se incorporó sin efectos, la cama no se movió y sus brazos ni siquiera podían soportar su propio peso.
Sin saber de que manera, se alió con el destino, y en ese momento un hombre con una bata blanca entró en la habitación.

- Buenas tardes, ¿cómo se encuentra?

- …

- No se preocupe, pronto podrá hablar. Está sedada, por eso no tiene fuerzas, ni puede mover la lengua, ni las piernas…. bueno en realidad lo de las piernas no es por eso. Señorita ha sufrido un embarazo ectópico. Esto significa que el feto del que estaba embarazada, ha crecido fuera del útero y ha llegado un punto en que no tenía suficiente espacio. Es muy extraño que el embarazo haya llegado hasta un punto tan avanzado, pues normalmente cuando pasa esto lo más normal es que el feto presione las paredes interiores de la trompa donde ha crecido hasta hacerla estallar. Lo que me sorprende realmente es que no haya acudido antes a algún centro, éste tipo de trastorno suele ser muy doloroso.

- ¿Est… est… estoy bien? - dijo la madre de Pablo en un suspiro ahogado.

- Sí, sí. Es muy extraño pero, sus trompas están intactas

Y es que Pablo, aún habiendo sido maltratado incluso antes de nacer, no quiso hacer daño a su madre, al menos no desde dentro.

- El niño - volvió a decir el médico - está… bueno está bien, pero ha tenido algún problema.

Víctor

Y recuerda: Todo esto es mentira

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