29 de abril de 2007

Pablo (Parte II)

Pero llegados a éste punto de la conversación, la madre de Pablo no quería oír como acababa la historia y fingió que dormía. Mientras tanto Pablo, en el ala de maternidad, se aferraba a la vida con la fuerza que caracteriza al perdedor; pequeño y arrugado, Pablo se asomaba al precipicio que alguien había colocado a su vera. Todos lo miraban y ponían cara de desesperanza, Pablo, desde sus ojos casi cerrados les miraba a ellos y, desafiante, algunos dirían que sonreía.

Cuando la madre de Pablo quiso despertar de su sueño arrogante, el cuerpo avanzaba por el pasillo, y la cabeza le daba brincos, y voces que no entendía hacían rechinar sus tímpanos hasta el alarido. Un asistente social, le contó algo sobre deberes, algo que no comprendió. Lamentos asediaban su cabeza, mientras el asistente social le amenazaba con no volver a ver a Pablo si no se reintegraba correctamente a la sociedad. Horas más tarde la madre de Pablo atravesaba las puertas de urgencias para volver poco después, sólo que ahora no había prisa en atenderla.

Pablo nunca recordaría a su madre porque nunca nadie le hablaría de ella. Aunque siempre tendrá una bala guardada para ella.
La madre de Pablo era drogadicta, cuando estuvo embarazada de él fue cuando más se chutó. Se engañaba diciendo que era para olvidar el dolor que le estaba provocando Pablo, creciendo fuera de donde debiera haber crecido. Pablo nació ciego.
El mono casi mata a la madre de Pablo durante su estancia en el hospital y la segunda visita la programaron juntos; ella y una última dosis letalmente placentera.
Pablo aún se quedó algún tiempo más en el hospital, nunca llegaron a posarlo en brazos de su madre, claro que tampoco debió importarle demasiado. En cuanto estuvo recuperado, cuando cogió fuerza y peso, fue trasladado a un centro de acogida.
Creció rápido y sano, y cuando el mundo quiso darse cuenta de que alguien nuevo había aterrizado, Pablo ya andaba entre las piernas y las patas de los hombres.
Aprendió las mismas cosas y a la misma velocidad que sus compañeros de clase, sólo que a él había que explicarle las cosas evidentes un poco más despacio y con más detalle. Dominó el sistema Braille desde muy temprana edad, lo que le permitió leer cuantos libros traducidos caían en sus manos.
El día que Pablo cumplía 10 años, la suerte le besó en los ojos, y un joven matrimonio con problemas para tener hijos le fue presentado. En seguida la mujer, oronda y simpática, se encariñó con Pablo, y se lo llevaron con ellos. A Pablo le gustaban sus nuevos padres, él creía, y con alguna razón, que algún día todo cambiaría, pero de momento era Pablo quien movía los hilos. Al principio todo era bonito. Las mañanas eran largas y sombrías, tenía algunos amigos y los que no lo eran no le molestaban. Las tardes soleadas pero anodinas, pasaban rápidamente mientras los padres de Pablo se esforzaban por caer bien al niño. Pero Pablo no hablaba mucho, y llegaría el día en que todos se perdieran el respeto y sus padres adoptivos le gritaran y Pablo les diría que no eran nadie y que no les quería. Hasta que llegara ese día Pablo vivió en el calor y el amor que sus padres adoptivos podían darle.
Pronto se hizo mayor y el vello comenzó a poblar su cuerpo, su cabeza sin embargo no cambió. Los muebles quedaron donde siempre habían estado y Pablo siguió pensando con la misma lucidez con la que pensaba desde que tenía memoria. Pronto empezó a no dejar escapar nada, era un autodidacta nato, no le importaba preguntar todo lo que no comprendía y se pasaban largas horas, ella describiéndole paisajes y él escuchando atónito lo maravilloso que era todo lo que no podía ver. Ella, la madre de Pablo y él, bizco de rabia y placer.

Pero cuando se conocieron, Pablo tenía una obsesión y quería conquistarla a toda costa. Pasaban las tardes cogidos de las manos y el cariño fue dejando herida. Ella le leía todo lo que él no podía. Ella, Andrea, la novia de Pablo. El, enganchado de ella hasta el alma.

Víctor

Y recuerda: Todo esto es mentira...

No hay comentarios: