5 de marzo de 2007

Nos mata

¿Te has preguntado alguna vez por qué después de tomarte una Coca-Cola siempre aparece una sonrisa? ... Porque te coloca.
Aunque ya hace casi cien años que quitaron la cocaína de la fórmula, es totalmente innecesaria.

En los primeros 10 minutos después de la ingesta del refersco, 10 cucharaditas de azúcar entran en tu sistema digestivo (el 100% de la cantidad diaria recomendada), lo único que impide que vomites debido a tanto edulcorante es el uso del ácido fosfórico, que disimula el sabor permitiéndote digerirlo.
A los 20 minutos, tus niveles de azúcar se disparan, causando que aumente la insulina. Tu hígado responde transformando todo el azúcar que encuentra en grasa (y hay mucho azúcar en tu organismo en este preciso instante).
A los 40 minutos se completa la absorción de cafeína. Tus pupilas se dilatan, tu presión sanguínea se eleva, y como respuesta, tu higado introduce más azúcar en tu torrente sanguíneo. Los receptores de adenosina de tu cerebro se bloquean para evitar el adormecimiento.
A los 45 minutos tu cuerpo aumenta la producción de dopamina, estimulando los centros de placer de tu cerebro. Básicamente, así es como actúa la heroína.
Pasada una hora, el ácido fosfórico bloquea el calcio, zinc y magnesio en tu intestino grueso, acelerando tu metabolismo. Además, las altas dosis de azúcar y edulcorantes artificiales aumentan la eliminación de calcio mediante la orina.
Las propiedades diuréticas de la cafeína hacen efecto (tienes que mear). Éste es el momento en que expulsas el calcio, magnesio y zinc que debería ir dirigido a tus huesos, así como también sodio, electrolitos y agua.
Mientras decae la fiesta dentro de tu organismo, termina el chute de edulcorantes y empiezas a notar la falta de azúcar, con lo que te pones irritable o depresivo. Ahora mismo has, literalmente, meado toda el agua que contenía la bebida, pero no sin antes acompañar la expulsión de valiosos nutrientes que tu cuerpo podría haber empleado para cosas como hidratarte o construir huesos y dientes más fuertes.
Un par de horas después vendrá el bajón de la cafeína (algo menos si eres fumador).
Pero, ¡eh!, tómate otra Coca-Cola, ¡es la chispa de la vida!.
Todo esto sumado a la sabida adicción que produce convierte al yanki-refresco en una auténtica bomba de relojería.

Pero la Coca-Cola en sí no es el enemigo, sino la combinación de elevadas dosis de azúcar, cafeína y ácido fosfórico (cuyo PH es de 2.8, suficiente para disolver un clavo en 4 días) que contiene; algo común en casi todas los refrescos gaseosos. De modo que la próxima vez que te miren con cara rara por pedir una cerveza a las 10 de la mañana, cuéntale esto a tus colegas. Seguro que dejan de darte la lata.

Víctor

Y recuerda: Todo esto es mentira...

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno, lo has explicado con gran detalle y muy clarito

fullmoonthe